Sobre la fundación de Israel. Una reseña sobre 1948 (Libros del Asteroide).

Yoram Kaniuk
1948
Libros del Asteroide

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¿Y cómo vamos nosotros, entre todos los pueblos a los que no se les ha ocurrido huir de sus patrias durante dos mil años, a convertirnos de repente en un pueblo que ame una tierra propia o no propia y funde en ella un Estado?

-Yoram Kaniuk-

Este libro comienza con la promesa de narrar lo más divertido que le pasó a su autor durante la Guerra árabe-israelí. En 1948, nombre del libro y año del conflicto, Yoram Kaniuk se encontraba en las montañas de Jerusalén acompañado de un grupo de jóvenes soldados. Ninguno de ellos tenía claridad sobre las causas y los posibles efectos de aquel conflicto, solo sabían que para ese entonces su misión era rescatar a los judíos que llegaban en barcos desde Europa. En medio de los enfrentamientos y del recibimiento fallido de los inmigrantes ilegales, un proyectil de mortero de tres pulgadas partió en dos a uno de sus compañeros y, un par de horas más tarde, cuando el cuerpo dividido yacía aun en el suelo, el comandante en mando anunció con frenesí que finalmente habían fundado un Estado y los soldados, entre la vigilia y el sueño, comenzaron a celebrar bailando un horá, a pesar de que no sabían exactamente cómo habían logrado semejante empresa.

Los demás acontecimientos de la historia son presentados de la misma manera: con aspereza, aflicción e ironía. Kaniuk narra los recuerdos que logra recuperar después de 60 años pero, naturalmente, tras tanto tiempo la memoria y las sensaciones se tornan difusos y pueden ser drásticamente tergiversados. En palabras del autor: “no estoy seguro de lo que recuerdo realmente, no confío en la memoria, es astuta y no hay en ella una única verdad”. Por esta razón y por lo absurdos que son los acontecimientos durante cualquier guerra, 1948 puede ser a veces percibida como una faustuosa ficción pero realmente es una novela autobiográfica de eventos trágicos y a su vez deslumbrantes.

En primer lugar, de capítulo a capítulo los personajes aparecen y desaparecen de maneras curiosas. Algunos acompañan a Kaniuk en los enfrentamientos y demás actividades relacionadas con el conflicto, otros se cuelan en sus recuerdos o hacen referencia a importantes personajes históricos. Todos ellos son extraños, pertenecieron a grupos como el Palmaj, vivían en condiciones precarias, carecían del armamento suficiente para enfrentar a los árabes y apenas podían comunicarse con precisión, pues algunos hablaban hebreo, otros yiddish, otros alemán, otros húngaro. Más aún, en la historia el lector conoce personajes como aquel que encuentra en la mitad del desierto monedas romanas y hebreas de la época de la rebelión de Bar Kojba, o al soldado bonito de nacionalidad indefinida que cuenta historias en ruso y que por algún motivo termina perteneciendo al pelotón de Kaniuk, o a la chica del Leji de quien Kaniuk decía que parecía alguien que había escapado de un remoto y hermoso palacio o que se había engalanado tras salir de alguna cloaca.

En segundo lugar, es innegable que la geografía del Oriente Próximo abarca paisajes de ensueño. Leer este libro es realizar un convulsionado recorrido a través de la ribera sudoriental del mar Mediterráneo. Los territorios son ajenos, distantes y por esa razón atractivos. Ciudades como Jerusalén, Tel Aviv, Hadera, entre otras, son descritas con nostalgia y encanto. El paisaje es tan abrumador que, en una ocasión,  Kaniuk lo describe así: “La última noche fui solo a las dunas y, sin darme cuenta, me puse a escarbar en la arena. ¡Que arena tan limpia y tan fina, la más antigua de todas! Kilómetros y kilómetros de oro claro y puro. Encima matorrales y arbustos y, por la noche, el aullido ininterrumpido de los chacales y el mar que brillaba al ser peinado. A mi lado jadeaba una pareja de enamorados…”.

Por otro lado, es interesante establecer una relación entre este libro y la película titulada Vals con Bashir del director Ari Folman. En ambas obras se pueden apreciar elementos similares tales como la ignorancia propia de los jóvenes soldados al no ser conscientes de los propósitos de la guerra, es decir, para quién, contra quién y por qué luchaban. De igual manera se puden apreciar las sensaciones que provocaba el mar en los personajes, es la ruta segura de escape, representa la calma y lo familiar, aparece en sueños y puede ser contemplado durante horas.  También, la memoria es un tema profundamente tratado en la película, en uno de los diálogos se dice: “La memoria es dinámica. Está viva. Si algún detalle se pierde, la memoria rellena los huecos con cosas que nunca ocurrieron”. En suma, tanto el texto como la película exponen estos y muchos otros elementos que son propios del conflicto y que permanecen como vestigios en sus personajes.

Para concluir, es por esto que a pesar de lo inefables que pueden ser los eventos causados por la guerra, Yoram Kaniuk logra narrar de manera fascinante la historia de 1948. Además de lo anteriormente mencionado, la descripción de las batallas, la cronología de los conflictos, el retrato detallado de las heridas y, finalmente, la manera en que el autor las expone a través de frases contundentes y cargadas de dolor o alivio, hacen de esta una composición bastante ilustrativa para aquel que se interese por lo que pasó y aún pasa en el Oriente Próximo.   Laura Arango Eusse. Medellín.

Disponible en:

http://libreriasiglo.com/literatura/24309-1948.html#.VjzcedIveUk

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